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Como actores, crear un personaje realista y humano es todo un proceso.

Hoy queremos hablar de los pensamientos internos que brotan de la mente de tus personajes para que los externalices, los integres y, en base a ello, enriquezcas tu interpretación y la hagas creíble.

¿Qué es el monólogo interior?

El monólogo interior –también llamado diálogo o discurso interior- son todos los pensamientos que forman parte de tu día a día, tanto cuando estás hablando con alguien como cuando estás solo, y que nunca llegas a expresar en voz alta:

Cuando hablas con un conocido por teléfono y no puedes parar de pensar que tienes que colgar porque se te está echando el tiempo encima, cuando rememoras después en tu cabeza detalles de esa misma conversación que por algún motivo te ha dejado un poco enfadado, cuando piensas en todo lo que tienes que hacer esta tarde, en el destino de tus próximas vacaciones o en lo que vas a escribir en ese mensaje de texto que tenías pendiente enviar a tu compañero.

En resumen, el monólogo interior es cualquier tipo de pensamiento que se te pasa por la cabeza: deseos, sentimientos, observaciones, etc.

¿Por qué es tan importante externalizar estos pensamientos al interpretar?

Definir el monólogo interior de tu personaje es muy importante porque es lo que dirigirá tu diálogo exterior y las acciones que haga tu personaje.

Cuando interpretemos, si no hemos hecho un buen trabajo para encontrar estos pensamientos, en muchos momentos permaneceremos sin vida, pensando en cuándo o no decir el texto, sin vivir plenamente el momento y sin darle la profundidad humana que tanto necesita nuestro personaje.

Es decir, estaremos pendientes de nuestro monólogo interno en vez del de nuestro personaje.

Pero, ¿si el público no se entera de los pensamientos internos de mi personaje, por qué debo tenerlos?, te preguntarás, ¿sirven realmente para algo al interpretar?

Si. Todo lo que pensamos se acaba reflejando de alguna manera u otra en nuestras acciones, en nuestro tono de voz, en nuestro lenguaje corporal. Realmente el espectador nunca sabrá qué está pasando exactamente por la mente del personaje, pero claramente lo intuye, al igual que nosotros no sabemos qué está pensando la otra persona con la que estamos hablando pero sí que somos capaces de “leer” muchas de sus reacciones, a menudo involuntarias.

En definitiva, todos estos pensamientos son los que harán a nuestro personaje pasar a la acción y los que le llevará a decir las palabras que están escritas en el guion. A través de ellos, expresará sus emociones más puras, reaccionará a los estímulos de manera creíble y creará la verdad escénica.

¿Cómo puedo encontrar el monólogo interior de mi personaje?

Te proponemos varios ejercicios:

Ejercicio 1 (imaginación):

  • Piensa en una posible situación en la que te encuentres solo, sin nadie observándote. Por ejemplo, entrando en el despacho del jefe para hacer algo a escondidas cuando él no está, abriendo una caja de recuerdos personales que quieres que sigan en secreto o rebuscando entre los cajones de tu pareja intentando encontrar algo importante.
  • Ponte en situación, piensa el objetivo de la escena y las acciones que tomará tu personaje.
  • Recrea la escena en cuestión, pero pensando todo en voz alta, sin guardarte nada. Tus pensamientos no deberían ser demasiado elaborados, sino más bien caóticos y con frases simples. ¡Es la manera en la que funciona nuestra cabeza!

Ejercicio 2 (guion):

  • Elige el monólogo o diálogo que quieras practicar y ten algo para anotar.
  • Analiza frase por frase tu guion y escribe todo lo que crees que tu personaje está sintiendo antes, durante y después de todo lo que ocurre. Ayúdate de todas aquellas pistas –sean palabras, frases o acotaciones- que indiquen emociones, deseos, observaciones, preguntas, objetivos… de tu personaje.
  • Una vez lo tengas, memoriza el monólogo interior que acabas de encontrar, pero no al pie de la letra. Al contrario que cuando estudias un guion, lo importante es que te quedes sólo con la idea de cada pensamiento y la emoción que lleva implícito. Interiorízalo y llega al fondo de lo que está sintiendo tu personaje.
  • Una vez hecho esto, es hora de memorizar el guion original. Cuando lo practiques, recuerda este monólogo interior y haz que guíe todas tus acciones y palabras. Aunque normalmente no nos damos ni cuenta, es lo que hacemos todos los días a todas horas, así que tu personaje debería hacer lo mismo.
  • Cuando lo hayas practicado suficientemente, te darás cuenta de cómo estos pensamientos afectan claramente al estado emocional de tu personaje y reflejan todas sus frases y acciones con total convicción y naturalidad.

No olvides las pausas

Los silencios y las pausas son muy importantes y por tanto es un tema que no debemos dejar de lado.

En cualquier conversación se producen pausas, cuando cambiamos de idea, nos encontramos confusos o necesitamos unos segundos para comprender la situación. Un actor amateur a menudo dice todo su texto del tirón, dejando entre frase y frase el mismo espacio de tiempo. Un buen actor, sin embargo, hace las pausas donde el personaje las necesita. Le salen de manera natural porque ha hecho sus deberes y conoce todo lo que el personaje está pensando en cada momento.

Revisa tu guion. ¿En qué momentos crees que tu personaje necesita alguna pausa para reordenar los pensamientos de su monólogo interior?

Vive el momento

Aunque hayas trabajado el monólogo interior de tu personaje, no lo tengas por algo fijo. Una vez te encuentres en escena, adáptalo al momento. Escucha, siente y reacciona a lo que el otro actor o el momento te está ofreciendo y de este modo tu monólogo interno adquirirá diferentes matices.

Ahora queremos que nos cuentes tú. ¿Qué proceso sigues para encontrar y expresar los pensamientos de tus personajes?

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